Faltan pocos días y uno se empieza a impacientar. Repentinamente, los días parecen más largos de lo normal en esta época. Todos estamos esperando que llegue ese momento, el momento que tanto estuvimos esperando durante tanto tiempo. Me refiero, claro, al debut de la selección en el mundial.
Personalmente, soy de esos tipos que se emocionan en épocas del mundial. Me encantan los días previos al arranque. Cuando las selecciones de los 32 países que participarán llegan a sus respectivos hoteles. Esos días en los que todos especulan con las formaciones de los equipos, pronostican resultados de los partidos, se hacen apuestas y hasta promesas de carácter religioso.
Cuando Argentina juega un mundial, la gente le tiene más fe al equipo que a cualquier otra cosa. Es natural en los argentinos tenernos fe en todo, siempre. Los argentinos somos talentosos e inteligentes pero, lamentablemente, pecamos de vanidosos. Nos pasamos de rosca cuando tenemos un problema adelante y, consumidos por nuestra confianza, fracasamos. Si uno lo piensa, esa vanidad es el principal obstáculo que debemos sortear para crecer como país.
Y así esta integrada nuestra selección. Cada jugador es estrella en su equipo y es reconocida por todos. Algunos más que otros, pero todos talentosos y sobresalientes por sobre los demás. Incluso tenemos al mejor del mundo en nuestra formación. Lo lógico sería ganar el mundial dándole una arrolladora y humillante paliza a todos los equipos con los que nos toque jugar, quizás así lo desea uno, pero no sería nada descabellado si pasara.
Pero hay algo que tenemos que aprender en todos los planos de nuestra vida, es que la unión hace la fuerza. De nada sirve tener a los mejores, si los mejores, acostumbrados a sobresalir individualmente, no están dispuestos a pasar la pelota.
Creo que ese es el gran problema de la sociedad argentina. La mayoría hace la suya, sin mirar a la persona que tiene al lado. Confiamos tanto en nuestra inteligencia y nuestra habilidad que no damos lugar a opiniones ni a criticas. En todos los países del mundo pasa, por supuesto, pero acá más que en todos los países.
Y no solo lo digo por los grandes acontecimientos a nivel país. En nuestra vida cotidiana se puede apreciar perfectamente. ¿Cuántas veces vimos ceder a una persona cuando discute? Pocas, ¿no? Ni hablar de pedir disculpas, pedir permiso o dar las gracias.
La actual situación política de la argentina también es buen ejemplo. La política en la argentina parecería sucia por definición.
Son cosas entendibles, por supuesto. Todo tiene su razón y sus motivos. Pero hay que empezar a cambiar, empezando por uno mismo. Dejar de discutir por orgullo, aprender a escuchar, aceptar las opiniones de los demás, reconocer nuestros errores. Es mejor y más sano.
¿Ganaremos éste mundial? Mi opinión es que si. Solo tenemos que pasar la pelota…
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